"Simoncito" | Generada por IA
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Se dice que el poeta Teognis de Megara
(siglo VI a.C.) había ideado un método para prevenir que otros copiaran sus
versos a los cuales, según señaló, “les pondría un sello para que nunca pase
inadvertido si alguien los roba”. El helenista colombiano Jorge Páramo hizo una
cuidada edición de la obra de Teognis, de la cual cito el siguiente poema:«Intolerable es el engaño, Cirno
de la moneda falsa, oro o plata,
y los expertos lo descubren fácil».
A pesar de estas advertencias, quinientos años después el poeta latino Marco Valerio Marcial (siglo I d.C.) se quejaba de que sus poemas hubieran sido “adaptados por otro”. Así lo denuncia en su Epigrama LII:
«Te encomiendo, Quinciano, mis libritos.
Si es que puedo llamar míos los que recita un poeta amigo tuyo.
Si ellos se quejan de su dolorosa esclavitud, acude en su ayuda por entero.
Y cuando aquél se proclame su dueño, di que son míos y que han sido liberados.
Si lo dices bien alto tres o cuatro veces, harás que se avergüence el plagiario».
Así, la copia, el plagio, y la emulación han transitado los siglos arribando a nuestros tiempos sin hacer caso a las optimistas advertencias de Teognis. En una de sus máximas Jean de La Bruyère (1645-1696), liquida este asunto advirtiendo que:
«Todo se ha dicho, llegamos demasiado tarde cuando hace más de siete mil años que hay hombres, y que piensan».
Alguien quizá advierta que lo señalado por La Bruyère, siglos antes, el autor bíblico del Eclesiastés ya lo había dicho. ¿O no?
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Hoy en día el plagio es un delito. La RAE, define
plagiar como la acción de “Copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas como
propias”. Autores grandes y pequeños han sido acusados de plagio. Alfredo Bryce
Echenique, escritor peruano, en 2008 fue acusado de plagiar artículos
aparecidos en medios como La Vanguardia, o El periódico de
Extremadura; lo encontraron culpable y lo condenaron a pagar una multa de
57.000 dólares. Así mismo, en 1990, el español Manuel Vázquez Montalbán fue
condenado a pagar tres millones de pesetas por el plagio de la traducción de Julio
César, la obra de Shakespeare, que había hecho Ángel Luis Pujante, profesor
de la Universidad de Murcia. En Colombia tenemos algunos casos vergonzosos, el
más reciente el de “El dolor y sus trampas”, concurso de poesía de la Casa
Silva, que hizo honor a su nombre, y que al final esta institución resolvió
argumentando razones ajenas al plagio, pero retirándole el premio a la
ganadora. Cabe aquí el Epigrama LXVII de Marcial:«El que desea adquirir la gloria recitando versos de otro, debe comprar, no el libro, sino el silencio del autor».
De cómo “Simple Simon” pasó a titularse “Simón el bobito”, o de por qué “The Robber Kitten” se conoce como “El gato bandido”, y de qué manera “A Frog He Would A-Wooing Go” cambia de piel para llamarse “El renacuajo paseador”, o las razones para que “Pastorcita” se conociera originalmente como “Little Bo-Peep” nos habla el profesor Jorge Orlando Melo en Cuatro poemas infantiles de Rafael Pombo y sus originales ingleses, artículo publicado en Colombia es un tema, su web (jorgeorlandomelo) en donde pueden leerse los textos originales en inglés y las conocidas versiones de Rafael Pombo, a quienes algunos acusan de plagio.
Para quienes no lo sepan, ya hace más de cinco décadas, en 1965, Héctor H. Orjuela, biógrafo de Pombo, demostró que muchos de los Cuentos pintados (1867) y de los Cuentos morales para niños formales (1869) de Rafael Pombo eran traducciones de relatos orales ingleses. Así lo dejó establecido la Casa Appleton, responsable de las primeras ediciones de estos libros, en donde además se advertía que esas fábulas eran “colecciones de cuentos que [Pombo] adaptó al español, transformándolos”. Sin embargo, Simón el bobito quizá siga pensando que es una creación original de Pombo.
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Publicada originalmente en el periódico EL DIARIO
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